Marina lo descubrió una noche cualquiera, revisando por instinto el móvil de su pareja mientras él dormía. No fue un mensaje, sino varios. No fue una historia, sino una colección entera de engaños. Era la tercera vez que ocurría. Y, aunque él lloraba, se culpaba y prometía cambiar, algo dentro de ella ya no podía seguir creyendo.
“Te amo, pero tengo un problema”, le dijo él.
Y ella se quedó en silencio, preguntándose: ¿es posible que haya personas incapaces de ser fieles?
Cuando el deseo se convierte en compulsión
La infidelidad no siempre nace del desamor. Tampoco se trata solo de una aventura casual o de una noche de debilidad. Hay casos —más comunes de lo que pensamos— en los que la traición deja de ser una excepción y se vuelve la norma. Personas que, aun amando, engañan. Que, incluso sufriendo las consecuencias, repiten el mismo patrón.
En el fondo, no están buscando solo sexo. Están buscando validación, control, novedad… o están huyendo de algo que ni siquiera entienden.
¿Son malas personas? No necesariamente. Pero sí podrían estar atrapadas en una trampa interna mucho más compleja: la infidelidad patológica.
No es excusa, pero sí explicación
Hay personas que no pueden sostener vínculos estables porque cargan heridas emocionales profundas. Hombres y Mujeres que crecieron sin modelos afectivos sanos, que aprendieron a amar con miedo o desconfianza. Algunos han sido traicionados, abandonados o hipersexualizados desde temprana edad. Otros viven bajo el peso de un vacío constante. La pareja estable les da seguridad, pero también los enfrenta a su propio aburrimiento o miedo a la intimidad real. Entonces buscan fuera lo que no se atreven a construir dentro.
El cerebro también juega su parte
Estudios neurocientíficos recientes sugieren que algunas personas tienen un sistema de recompensa cerebral que reacciona de forma exagerada ante lo nuevo, lo riesgoso, lo prohibido. Es como una droga emocional: la adrenalina de lo oculto, el refuerzo de sentirse deseado por alguien más.
Pero como toda droga, eso también genera dependencia… y luego culpa, ansiedad, destrucción.
¿Tienen solución estos casos? Sí. Pero no es fácil ni rápido.
Para una persona patológicamente infiel, el cambio real solo llega cuando se enfrenta a su propio dolor interno. Y eso implica terapia, responsabilidad, y muchas veces romper con años de autoengaño.
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No se trata de prometer que “no volverá a pasar”. Se trata de entender por qué siempre pasa.
¿Y qué hay de quien ama a alguien así?
Esa es quizá la pregunta más difícil. Porque amar a alguien que nos hiere no es una muestra de nobleza: muchas veces es una señal de que también arrastramos nuestras propias heridas.
Quedarse esperando a que el otro cambie puede ser una forma de anestesiar el abandono propio. Porque el Amor no debería doler así. Ni pedirnos que soportemos la infidelidad como si fuera parte del contrato.
En resumen: sí, existen personas patológicamente infieles
No son monstruos, pero tampoco son víctimas. Son personas que necesitan ayuda, límites y confrontación. Que tienen que asumir que su comportamiento no solo destruye relaciones, sino también partes de sí mismos.
Y tú, si estás del otro lado de esta historia, recuerda: la fidelidad no se suplica. Se elige.
Remedios Gomis_ Love Coach experta en Relaciones de Pareja
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