Nos lo contaron desde pequeños: en algún momento de la vida aparecería esa persona perfecta que nos rescataría de la soledad, nos cuidaría y nos haría felices para siempre. El famoso “príncipe azul”.
Y aunque hoy sepamos que los cuentos son solo eso, cuentos, muchos seguimos persiguiendo —consciente o inconscientemente— esa versión idealizada del Amor. Esperamos encontrar a alguien que nos complete, que sea romántico, exitoso, estable, emocionalmente maduro y, por supuesto, económicamente sólido. Todo junto.
Pero la vida real tiene otros matices. Y tal vez por eso, tantas historias de amor se estrellan contra las expectativas que nunca existieron más allá de los Libros o las películas.
Buscar al “príncipe azul” no es solo una cuestión de romanticismo; tiene que ver con nuestra necesidad de sentirnos seguros. En una Sociedad llena de incertidumbres —laborales, emocionales, económicas—, el amor se convierte en una promesa de refugio. Queremos a alguien que nos dé estabilidad y calma en medio del caos.
El problema es que ese ideal suele ser tan exigente como irreal. Nos han enseñado que amar es encontrar a la persona perfecta, cuando en realidad amar implica aceptar a alguien imperfecto y construir juntos algo que tenga sentido para ambos.
El dinero también cuenta (aunque no queramos admitirlo)
Por mucho que queramos creer que “el dinero no importa”, la verdad es que sí influye. No porque el amor se compre, sino porque la estabilidad económica da tranquilidad.
Las preocupaciones financieras son una de las principales causas de conflicto en pareja. Y eso hace que, muchas veces, la elección amorosa no sea solo emocional, sino también práctica. Buscamos personas con las que podamos sentirnos seguros no solo a nivel afectivo, sino también material.
Y no, eso no nos hace interesadas o fríos. Nos hace humanos. En un mundo donde la independencia cuesta, y la inseguridad económica pesa, es lógico que el dinero entre en la ecuación.
El verdadero amor no llega en un caballo blanco ni lleva traje de diseñador. Tampoco promete salvarnos de nada. El amor real se construye entre dos personas que se eligen cada día, incluso cuando no todo es perfecto.
El dinero puede aportar estabilidad, pero no sustituye la empatía, el respeto ni la conexión. Porque al final, la seguridad más valiosa no se mide en cifras, sino en cómo nos sentimos al lado de alguien.
Más Información:Como sacar tu relación de la rutinaY, sobre todo, el amor auténtico empieza por uno mismo. No podemos buscar que otra persona nos “complete”, porque no somos mitades esperando ser rellenadas. Somos naranjas enteras, con nuestras propias luces y sombras, nuestros miedos, sueños y proyectos personales. Cuando entendemos eso, dejamos de buscar en el otro lo que solo podemos construir dentro de nosotros.
Amar desde la plenitud cambia por completo la manera en que nos vinculamos. Ya no necesitamos que alguien nos salve, ni nos defina, ni nos dé sentido. Elegimos desde la libertad, no desde la carencia. Y esa es, quizás, la forma más madura y honesta de amar: compartir tu vida no porque la necesites, sino porque quieres hacerlo con alguien que también llega completo, dispuesto a crecer, no a llenar vacíos.
Porque al final, el amor verdadero no se trata de dos mitades que se encuentran, sino de dos naranjas completas que deciden compartir su jugo sin perder su esencia.
Por Remedios Gomis_ Love Coach

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