ENTRE ÁNGELES

ENTRE ÁNGELES
Avatar de Fernando Garcia Aleixandre

Una noche cualquiera, notas un dolorcito en el pecho, no es nada fuerte y a lo mejor hasta llegas a calificarlo simplemente de molestia. Como no es la primera vez que te ocurre, aunque hace ya tanto que tal vez lo último que haces es pensar en lo que deberías, te tomas una pastillita, la famosa pastillita que va debajo de la lengua y te acuestas. Pasa el dolor y pasa la noche, pero… al llegar la mañana vuelve a instalarse ese maldito dolor y ya te das cuenta de que no se trata de una pastillita, sino que debes tomar la acción.

Te vas a lo más cercano, el ambulatorio y allí un electrocardiograma pone en marcha la maquinaria, camilla, ambulancia y rápido al Hospital del Vinalopó. Una vez allí todo corre, un maravilloso engranaje en el que cada uno sabe perfectamente su papel: nuevo electro, radiografía, la primera medicación y ya en la que será tu cama durante unos días, a la por algunos temida UCI.

Uci es sinónimo de que estás mal y tal vez de ahí es miedo que a la mayoría nos da el simple escuchar el nombre. Fulanito está en la UCI -uy, fastidiado debe estar- Menganito lo han ingresado en la UCI, se ve que está muy mal. Pero se obvia la segunda parte de esa acción, que es el que te llevan al lugar donde te van a poder proporcionar los mejores cuidados que necesitas en esos momentos.

Nada más ingresar adviertes que aquello no tiene nada que ver con las UCIS que habías conocido hasta entones, la de un hospital de Colombia, con un espacio mínimo entre camas y una completa falta de intimidad acústica, en una cama estrecha e incómoda (de eso hace ya casi 30 años). La del Hospital de La Marina, una sala grande con un espacio entre cama y cama (ese espacio que llaman box) separado por cortinas, que nada dejan en cuanto a intimidad olfativa o sonora (de eso ya hace 10 años).

Hoy en día y en el mencionado Hospital del Vinalopó, nada parecido a lo dicho, aquí estás en una habitación de cristal, que tiene puerta corrediza y que te dota, bajo mi punto de vista, de la suficiente intimidad. La cama eso sí, no dudo de que sea el ultimo grito, un colchón que se hincha y deshincha a intervalos para procurarte el mejor descanso posible y la ausencia de todo lo que conlleva una inmovilidad forzada, pero que la verdad es que se vuelve incomodo al segundo día de estar en él.

En la UCI los días se hacen largos, muy largos y gracias que ahora tenemos casi todos esos maravillosos Móviles en lo que podemos leer la prensa, comunicarnos con los amigos y ver películas o lo que queramos en cada momento, así y todo, los días, insisto se vuelven lentos de repente, esa vida que fuera de allí transcurría con una velocidad tremenda, pavorosa a veces, allí echa el freno y todo se vuelve lento, muy lento, a veces parece que el reloj se pare y las horas llega un momento en que vienen marcadas por las rutinas de la sala: toma de temperatura, desayuno, Limpieza, medicación, toma de presión, analítica, comida, cena, etc.

ENTRE ÁNGELES

Pero en medio de toda esa maquinaria tan bien engrasada, aparecen de repente unos seres, unas personas muy especiales, vestidas de azul, con las que poco a poco vas trabando conocimiento. Son las enfermeras y auxiliares que te están cuidando desde el minuto cero en que llegaste. Su trabajo es impagable y su dedicación no admite ninguna duda. Ellas y ellos van a estar pendientes de ti las 24 horas y no habrá aviso de llamada al que, sea la hora que sea, no acudan prestos, sabedores de que para el que aprieta ese botón, tal vez todo le parezca lento.

Vas descubriendo, charla a charla (cortas) que tienen una familia, que el trabajo tal vez no sea el más adecuado para mantener una vida familiar óptima, que, aunque por dentro vaya lo mismo que a veces por todos nosotros, ellas siempre tienen una palabra amable y siempre una sonrisa en la boca. Son excepcionales personas cuyo trabajo debería ser el mejor pagado del mundo, pues van a hacer por ti lo que ni siquiera muchas veces la familia es capaz de hacer.

Y los ves desde la cama todo el día y te das cuenta de que aquello es un avispero de actividad y, cuando te da por fabular un poco, piensas en que sin lugar a dudas no son personas, sino ángeles que Dios envía a la tierra para hacer ese sacrificado trabajo y así conseguir que nuestra estancia en ese temido departamento, sea al final, algo hasta agradable, dentro de lo que cabe.

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Así, que, con algo de retraso, aunque siempre se ha dicho que nunca es tarde si la dicha es buena, quiero dar las gracias desde aquí, desde estas humildes líneas a Marien, Ana, Gloria, Mayte, Juan, Irene y a los muchos más que no nombro por no hacer interminable esta lista. Gracias por vuestra entrega y humanidad, gracias por hacer de nuestra estancia algo agradable, gracias por todo lo que os toca aguantar y, sobre todo, gracias por existir y ser como sois, espero que nunca cambiéis y que ojalá la vida nos vuelva a juntar, eso sí, lejos de esa UCI, en la calle, vestidas sin el uniforme y con las alas escondidas, la gente no está preparada para ver ángeles por la calle.

Muchas gracias.

https://www.youtube.com/watch?v=2XUUx_Gjf1Y&list=RD2XUUx_Gjf1Y&start_radio=1

©Fernando García. 11.11.2025

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